La leyenda del Sol y la Luna

Cuentan una antigua leyenda que antes de existir el mismísimo Señor Tiempo, absolutamente Todo, se hallaba en una absoluta penumbra, conocida como el “Crepúsculo” o La Nada, que dio lugar a las “Tinieblas” u “Oscuridad del Abismo”. En aquel “entonces” (que NO era en realidad un “entonces dado que NO existía la noción del tiempo), la claridad (La Luz), era inexistente. 

Un día, los dioses acordaron congregarse en la ciudad de Teotihuacan, dónde solicitaron la presencia de ciertas “creaciones humanas” que moldearon para habitar aquella Opacidad, con un único objetivo específico. Poder encontrar a los seres perfectos para que, de entre ellos, “brotaran” los dos grandes astros: el poderoso Sol y la hermosa Luna para traer Luz a la Oscuridad. No obstante, ningún ser parecía tener las “cualidades” apropiadas y nadie, aun no teniéndolas, se ofrecía a ello.

Con lo que, Tecuciztécatl (o El Señor del Caracol), sin dudarlo ni un solo instante, se entregó a la causa de forma solícita, llegada la consumación de un “tiempo que no era tiempo”, para la Gran Ceremonia de Iniciación de la Luz

Mientras tanto, continuaban igualmente, todas las deidades, examinando e indagando entre los asistentes, y preguntando uno por uno; por saber quién estaría dispuesto a ejecutar tan alto y digno “cargo”, digno solo de “dioses”. Como todos se sentían “extraños” dado que, algunos se sentían muy “pequeños” para tan gran tarea o posición, otros dudosos e inseguros, algunos se mostraban con cierto recelo, y muchos manifestaban un gran temor, aturdimiento o turbación… ninguno se propuso para ni uno ni otro “cargo”. Entonces, las divinidades exclamaron el nombre de Nanahuatzin que significa el “Purulento” (ser de aspecto nauseabundo: repleto de llagas). Presentándose este de forma inmediata, escuchó a las deidades y, sin dudarlo ni un solo instante, aceptó el mandato de los dioses.

Una vez que se inició aquel período, ¿sabéis que pasó?

Pues Aconteció que, durante el trascurso de cuatro largos días, ambos allá en un montículo destinado a ello, (es decir, Nanahuatzin el Purulento y Tecuciztécatl: El Señor del Caracol) cumplieron con la enmienda impuesta. E iluminaron la “zona” con Fuego siendo aquel montículo designado como la: “Roca de los Señores”. El ayuno empezó, seguido de laceraciones (o sea, de un daño físico auto infringido) y ofrendas. No obstante, los utensilios utilizados por Tecuciztécatl eran distintos a los empleados por Nanahuatzin.

 Dado que, El Señor Caracol disponía de “plumaje de quetzal”, exquisito “sahumerio”, “plata”, “joyas” y “esferas de oro” para así incrustar las “espinas de jade” y extraer su sangre, pero la misma que quedaba en el corte era “coral”. Mientras que los materiales empleados por aquel extraño sujeto con úlceras, El Purulento, eran más sencillos: “verduscos carrizos”, “flores” y “legumbres”. E incluso, este NO poseía incienso (motivo por el cual, “brindaba sus heridas abiertas”). Además de usar para la flagelación “hojas marchitas” (provenientes del pino) y “espinas de maguey auténticas” para derramar aquel líquido preciado que exigían los dioses (su sangre).

 

Primavera en Teotihuacan

Cuando el ciclo llegó a su fin, “Los Dos Señores” tiraron sus instrumentos flageladores e inmediatamente los envolvieron con nuevos “atuendos”. A Tecuciztécatl le dieron: “tela”, “plumas de garza y quetzal” (que curiosamente juntas, formaban una especie de “corona”). Mientras que, a Nanahuatzin, le dieron como indumentaria, una “modesta camisa de algodón” y “papel” (para con él, cubrir su cabeza).

La Hoguera de los señores de la Roca

Arribaba la mitad de la noche y la hoguera aún seguía incandescente, ígnea, y abrasadora. Así que, todas las deidades acudieron y la rodearon bailando una especie de danza a su alrededor a la vez que, fuertemente, pronunciaron unas palabras, incitando a saltar al fuego al Señor del Caracol. Que, ni corto ni perezoso tomó impulso y corrió hacia la enorme llama, hasta quedar, no suspendido su paso, en mitad de su camino. Dado que, al acercarse y sentir el calor abrumador de aquella inmensa y colosal lumbre de gran altura y grosor… el miedo a que le abrasaran, lo paralizó. Siendo cuatro las veces que lo intentó, sin poder evitar el acrecentar en cada intento, su temor a ser devorado por el majestuoso Fuego.

 

 

Así que, tras aquel terrible fracaso o desacierto, propio del terror, le tocó el turno a Nanahuatzin (Purulento) que, sin pensárselo dos veces, se arrojó al fuego intempestivamente, dejándose consumir por aquella inmensa llamarada. Al ver ejecutada tan tremenda y valiente hazaña, Tecuciztécatl (El Señor del Caracol) lo secundó en el mismo modo. 

De repente del “Fuego Vivo”, surgieron un Águila y un Jaguar que casi de inmediato, se adentraron nuevamente en aquella majestuosa y mística flama. Dicen las viejas lenguas que, sus antepasados emitían con orgullo, debido al hecho narrado, en sus conmemoraciones del equinoccio, el “plumaje” del magnánimo animal (del águila) el cual era pardo sombrío y tostado. O, en contraposición, la piel del impresionante ocelote o gran felino (el jaguar); la cual se dice que no ardió por completo, dado que permanecieron unos “lunares” en la misma. De este hecho narrado, surgieron los términos que los antiguos “mexicas” daban a los valientes: Guerrero Águila y Guerrero Jaguar.

La Gran Decisión

Posteriormente, los Señores de la Roca, tomaron asiento aguardando la llegada del Sol. Algunos hicieron sus conjeturas sobre el “rumbo” del Mundo por el cual, el astro rey, haría su entrada triunfal. Y se supone que discutían cuando, repentinamente, aquellos quiénes observaban imperturbablemente hacia el punto cardinal situado en el Este se regocijaron al ver que Nanahuatzin hacía su aparición por ese punto concreto. Más, notaron igualmente, con gran sorpresa, cómo, Nanahuatzin muy poco a poco, (transcurrido aquel instante al que se le ha denominado “Día”) … es decir, elevado Él (Purulento), y tras llegar a la “cumbre del cielo”, nadie podía observarlo sin que su Luz lo cegase o le lastimase la vista (excepto el “Águila”, que resultó ser el único animal que podía mirar al sol sin quemarse los ojos). E incluso confirmaron que, si te acercabas demasiado o te exponías demasiado a Él, te salían llagas y pompas en la piel pues te “abrasaba”. De igual modo, pasado el día, sobrevino de nuevo la “Oscuridad” donde Tecuciztécatl (el Señor del Caracol) germinó, justo encontrándose al lado de su compañero, algunos fugaces instantes, en su “cruce” (instante al cual denominaron más tarde o que conoces como: “Noche”). Más, extrañados ante aquel anómalo fenómeno, todos se cuestionaban aquel asunto de quién debía preceder a quien porque en lo que todos estaban de acuerdo fue en que NO era muy verosímil la existencia de Dos soles. Así que, uno de los miembros que estaba en el “Sabio Consejo” de los dioses, tomó un conejo y lo aventó enérgicamente dirigiéndose al nevado semblante de Tecuciztécatl. Se dice que, desde aquel instante o período de antes del tiempo, se aprecia la sombra del mismo en la majestuosa Luna.

Las Inmolaciones del Dios Viento

Se cuenta asimismo que la luz disminuyó aun cuando el astro persistía inequívoco y consolidado en aquel firmamento que parecía observarte con millares de ojos. Manteniéndose fijo y estático (o, al menos, sin ningún visible movimiento), razón por la cual, las deidades, se ofrecieron en sacrificio con el objetivo de poner al astro en marcha. Dicen que el “Dios Viento” fue el responsable de las inmolaciones. Las cuáles se ejecutaron sin ningún inconveniente hasta que le tocó el turno al dios Xólotl, el cual con los ojos anegados de lágrimas rogó “no morir”. Fue tal su insistencia que, el dios Ehecatl se negó por su “cobardía”. Se dice que, tras oír aquella sentencia a muerte sin solución, Xólotl escapó de su “destino”: El Sacrificio de Sangre y la Muerte. Dado que, poseía el “Poder de transformarse” adquirió ágil y astutamente, la particularidad de una “caña de doble tallo” llamada o conocida como: doble-labrador (de hecho, según alguna que otra fuente, también “maíz doble o “Xólotl”. 

Por desventura, aunque era muy veloz, lo descubrieron rápidamente huyendo teniendo que cambiar su “forma” o “efigie”. Solo que, teniendo tanto miedo y tan poca concentración, repitió la misma acción, solo que, en esta ocasión, se le denominó “maguey de doble corazón” o Mexólotl (pues esta doble acción, fue su forma). Más, igualmente lo sorprendieron teniendo que utilizar como último recurso su argucia. Y se le ocurrió la brillante idea de introducirse en el agua, tomando la figura de un ajolote o axólotl. Pero no le funcionó su estrategia y lo descubrieron antes de poder ejecutar otra transformación. Luego de ello, lo tomaron los mismos dioses que aun quedaban, y lo ofrendaron. Siendo este dios, el encargado de guiar a “La Gran Estrella”, en su trayecto por el Inframundo.

Ehécatl, justo antes de ejecutar el sacrificio de Xólotl, logró deslizar a Nanahuatzin, con todas las fuerzas que pudo reunir, ayudado de un impetuoso vendaval (ayudado por el prodigio y la excelencia del Dios del Viento).

Y así ha sido esta leyenda transmitía en esta antigua civilización, de los antiguos “mexicas”, que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que consta así:

 

El nacimiento del quinto Sol, el Sol del hombre nahua, fue en Teotihuacan. Aquél que nos alumbra, nos ilumina. Él ejerce su trabajo en el día y la Luna durante la noche.

La Cosmovisión de los antiguos Mexicas del Teotihuacan

Conforme a la antigua “Cosmovisión” de aquella perdida civilización de los mexicas, la ciudad de Teotihuacan fue concebida como “La ciudad de los dioses” (o el lugar de los dioses). Por ser este un sitio donde las deidades antiguas, se supone que se forjaron y sacrificaron para dar lugar a los dos grandes astros (y que aportan Día y Noche y un “Calendario”). Pues con ellos, se inicia el Inicio del Tiempo que es cíclico hasta el Final de los Tiempo… Y, así sucesivamente. A día de hoy, se desconoce el “término” verdadero usado designado por los actuales “teotihuacanos” que pueblan esta antigua y mística “ciudad de los dioses” que aún sigue celebrando su Solsticio de Primavera como el gran acontecimiento que es, dado que es el equinoccio donde la vida brota.

 

El Mito de Quetzalcóatl: otra leyenda legendaria

Cuenta, sobre este mismo aspecto, otra leyenda relacionada con la silueta del conejo en la Luna que un día, Quetzalcóatl bajó a la Tierra y caminó miles de kilómetros. Exhausto, y viendo que estaba anocheciendo, se sentó a descansar en una roca y se quedó despierto para contemplar la Luna y las estrellas que la acompañaban. Se dice que, a su lado, se posó un conejo que comía zacate y, al advertir el animalito al Gran Señor, le invitó a tomar un poco del mismo. Quetzalcóatl le indicó sorprendido que su ocurrencia era extraña dado que las deidades, las cuales son pertenecientes a los cielos, no se alimentaban de tal cosa. El animal, entendiendo que tenía razón al resultar ser tal deidad, se ofreció a sí mismo como alimento. El dios lleno de alegría ante tal acontecimiento, lo “elevó” al firmamento. Por eso se dice que en el contorno de la Luna se grabó la imagen de tan astuto animal que fue el primero que entendió “la clave del tiempo” (curioso que en Alicia en el País de las Maravillas sea un conejo esta misma “clave”, pues es detrás de este animalito dotado con un reloj, de lo que corre la chica rubia) … Se dice, asimismo, que la Luna otorga el derecho a que esta figura se muestre en su misterioso seno, porque ella (nuestro satélite) es quien “guarda los misterios nocturnos”. Además de para recordarnos la capacidad de sacrificio y la bondad, de tan filántropa criatura.

 

“La Estrella Vespertina” de: la Penumbra, la Muerte y del Inframundo

Otro dato, no menos interesante, está en otras leyendas que narran que NO fue precisamente El Dios Viento, la entidad destinada a “hacer caminar las nubes”, ni el que desplazó al dios Xólotl hacia el sacrificio para que el “astro lunar girara” creando la “gravedad” en nuestro Planeta. Sino que fue un “mosquito hembra”, el cual fue enviado para picarlo y zarandearlo

Un curioso dato que te animo a observar en otras imágenes

Eclipse lunar del 30 de noviembre de 2020.

Referencias y Fuentes:

  • Arqueología Mexicana. (2003). Nacimiento del Quinto Sol. 
  • Leal, L. (2007). Cuentos Mexicanos. De los orígenes a la Revolución. 
  • Arqueología Mexicana. (2014). Xólotl, el dios perro. 
  • Fundación UNAM. (2015). Leyendas antiguas de México. 
  • INAH. (s.f.). Xólotl, dios del ocaso y de Venus vespertino. 

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